Entre 11 y 12 millones de personas fueron asesinadas durante el nazismo, de las cuales más de la mitad eran judías. Es el conocido como Holocausto, una de las grandes tragedias de la historia de la humanidad. Una tragedia aún inconcebible: no somos capaces de entender como el alma humana puede corromperse de tal manera que sea capaz de colaborar, ordenar y admitir el asesinato indiscriminado de otros seres humanos. 12 millones, ni más ni menos.
Pero así fue, y así será salvo que tengamos bien presente, cada día, la memoria de aquella infausta etapa de nuestra historia y sigamos visitando lugares como la Casa de la Conferencia de Wannsee, a pocos minutos de Berlín, el lugar en el que un grupo de dirigentes nazis gestó la conocida como “solución final de la cuestión judía”: el asesinato de millones de personas apresadas durante el nazismo.
De Berlín a Wannsee
El paseo desde el centro de Berlín a la zona de Wannsee es una agradable excursión hacia una de las zonas más tranquilas del entorno de la capital alemana. Tomando la línea S1 o S7 del S-Bahn —trenes suburbanos— desde Potsdamer Platz o la Puerta de Brandenburgo, nos plantamos en la parada de Wannsee, final de la línea S1 —la S7 termina en Potsdam— en poco más de media hora.
Desde ahí puedes coger un autobús hasta la propia parada de Haus der Wannsee-Konferenz, pero te recomendamos que, si no tienes prisa, vayas andando desde la parada de Wannsee hasta la casa. Es una media hora de paseo que nos permite conocer el entorno de los lagos Wannsee, el grande y el pequeño, que se encuentran en el río Havel separados por un puente que deberás cruzar para ir bordeando el litoral occidental de Großer Wannsee, el lago mayor.
¿A qué no te esperabas ver un puerto deportivo en el entorno de Berlín? Pues esto es lo que encontrarás por aquí, un espacio de recreo para muchos berlineses —los que se pueden pagar un barco y/o una casa en esta zona— que acuden los fines de semana para escapar del fragor de la capital germana.
Ya cerca de la Casa Wannsee tienes la oportunidad de visitar también el museo Max Liebermann, un pintor y grabador judeo-alemán que fue uno de los grandes exponentes del impresionismo en su país. Pero lo cierto es que la mayoría de los viajeros que se acercan hasta aquí no vienen a disfrutar de agradables estampas impresionistas, sino a conocer que fue eso de la solución final.
La Conferencia de Wannsee y la Solución Final
Enero de 1942. La II Guerra Mundial se encuentra en un momento decisivo con el Tercer Reich dominando la contienda, pero conteniendo el aliento tras la contraofensiva soviética en Moscú y la entrada de Estados Unidos en la guerra tras Pearl Harbor.
Pero los nazis no solo tenían que gestionar los diferentes frentes bélicos en los que se hallaban inmersos. También debían manejar otro tipo de cuestiones, como la eufemísticamente denominada “cuestión judía”, que venía a representar una pregunta ridícula, que suena a broma, pero que, lógicamente, no lo fue: ¿qué hacemos con los judíos?
Como si un grupo humano pudiese decidir la suerte de otro, los nazis, autoproclamados protectores y defensores del alma pura germana, se preguntaron durante casi dos décadas qué podían hacer con los millones de judíos que vivían en “su” país para avanzar hacia el Tercer Reich.
Mientras la SS iniciaban las deportaciones hacia los campos de exterminio, un grupo de jerarcas nazis liderados por Reinhard Heydrich, antiguo jefe de la Gestapo, General de Policía y jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, y Adolf Eichmann, miembro de las SS y elaborador de los protocolos de Wannsee, se reúnen en la Villa Minoux en el número 56 de Am Großen Wannsee.
Un mes antes, Hitler se reúne con Himmler —jefe de las SS y plenipotenciario general de la administración del Tercer Reich— y otros mandamases nazis en su cuartel militar conocido como “Guarida del Lobo”. Entre los diversos temas a tratar, la “cuestión judía”.
Conviene recordar que los nazis no planificaron desde el principio el asesinato en masa de los judíos. En un principio “tan solo” querían sacarlos de Alemania, experimentando desde su ascenso al poder con diversas políticas y planes antijudíos. Ya en 1919, Hitler hablaba de la “cuestión judía” y que esta debía ser resuelta a través de la remoción total de los judíos de Europa, siendo la “cuestión esencial del nazismo”. Pero los métodos para llevar a cabo este plan aún no estaban claros.
Pero la Guerra Mundial cambió la política antisemita nazi, con planes iniciales como llevarlos a Siberia o Madagascar, hasta que llegaron a la conclusión de que ninguna de ellas era efectiva para sus intereses. Finalmente, y tras el giro de la II Guerra Mundial a partir de diciembre de 1941, resolver la cuestión judía se convierte en prioridad. Tras terminar la reunión en la Guarida del Lobo, Himmler anota: “los judíos deben ser destruidos como los partisanos”.
Y así se pone en marcha la conferencia de Wannsee en la que se reúnen representantes de los departamentos ministeriales más importantes del Tercer Reich. Allí no estaba ninguno de los grandes nombres del nazismo porque el objetivo ya estaba claro: la decisión ya había sido tomada. La cuestión, ahora, era como llevar a cabo la solución final de la cuestión judía de la forma más sencilla y efectiva posible.
Porque, aunque resulte terrible solo pensarlo, el “problema” principal para los nazis ya no era qué hacer con los judíos, sino “cómo hacerlo”. Porque para asesinar a millones de personas y deshacerte de los cadáveres se requiere un plan, se requieren medios y una estrategia clara y contundente. A esa inaudita y horripilante tarea se dedicaron los 15 hombres de la Conferencia de Wannsee.
Y Heydrich declaró: “Bajo la correcta dirección y en el marco de la Solución Final, los judíos serán enviados al este”. Buena parte de los historiadores concluyen que, al igual que en otros documentos oficiales del nazismo donde el uso de eufemismos era habitual, la expresión “enviados al este” significaba “ser enviados a la muerte”.
Pero, durante el juicio de Eichmann después de ser apresado en Argentina, el asistente a Wannsee fue un poco más específico: “los caballeros estaban juntos, de pie o sentados y hablando del tema con un lenguaje bastante diferente del que más tarde tuve que usar para los informes. Durante las conversaciones no medían sus palabras… hablaban acerca de métodos para matar, de liquidación, de exterminación”. Y esa fue la solución final: acabar con todos los judíos apresados en el Reich “peinando toda Europa de oeste a este (…) evitando su liberación ya que en ese caso actuarían como la semilla del renacimiento judío”.
La exposición de la Casa Wannsee
Las elegantes fachadas y el entrañable jardín de la Casa Wannsee, considerada la más lujosa de la zona en la época de la conferencia, dan la bienvenida al visitante. Había sido construida en 1914 para un empresario que después se la vendió a Friedrich Minoux que fue arrestado por fraude en 1940, vendiendo la villa a la Fundación Nordhav vinculada a las SS.
Heydrich tomó posesión de la misma. Y es que, en aquella época, diversos jerarcas nazis tenían su retiro de fin de semana en torno estos lagos. Así que no les resultó difícil acudir a la cita del 20 de enero de 1940. Hasta el final de la guerra siguió siendo lugar de reunión de los nazis.
Tras la ocupación aliada, pasó a manos del ejército soviético, después a Estados Unidos y más tarde quedó desocupada hasta que, con motivo del 50 aniversario de la conferencia, se anunció que se establecería un Museo Memorial del Holocausto, siendo abierta al público.
Durante estos últimos 40 años la exposición ha ido enriqueciéndose hasta su reciente digitalización. Como otros museos vinculados al nazismo y al Holocausto la entrada es gratuita lo cual demuestra su propósito: acercar la historia y la memoria a todos los visitantes. Que no haya excusa de que hay pagar.
Actualmente, la Casa Wannsee cuenta con 9 salas que ofrecen un panorama completo de la Solución Final, desde la invitación a los asistentes a la evolución de la política antisemita nazi que puedes ver en la segunda sala: “De la exclusión al asesinato en masa”. Así mismo, también son más que interesantes las salas sobre los debates y controversias sobre la Conferencia de Wannsee que aborda las discusiones acerca de lo que ocurrió aquel 20 de enero de 1942 en esta casa, sus antecedentes y consecuencias o “La Participación e intervención de la sociedad” en la solución final.
Porque seguir creyendo, a estas alturas, que el Holocausto es solo obra de un puñado de dementes es no entender nada sobre la historia y sobre el alma humana, y es el primer paso para repetir los errores. La Casa Wannsee nos advierte que, a poco que nos despistemos, la sociedad en conjunto puede volver a presentarse ante al abismo. Solo hacer falta mirar un poco a nuestro alrededor para entender que el Holocausto no fue una pesadilla protagonizada por seres demoniacos o malos malísimos de una película de Tarantino. Aquello fue algo muy real perpetrado por seres humanos. Y tú y yo también somos seres humanos, ¿no?
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