Una reivindicación, un icono y un desafío. El Museo Nacional de Qatar se inauguró el año pasado en torno a tres ideas: reivindicar el pasado nacional, convertirse en un icono de la arquitectura contemporánea y desafiar al futuro poniendo las bases de un nuevo país que pretende abrirse al mundo a través de las relaciones comerciales, pero también del turismo y el arte. Y para lograr esos tres objetivos las autoridades qataríes acudieron a Jean Nouvel, uno de los arquitectos más venerados del mundo.
Jean Nouvel y el Museo Nacional de Qatar
Los arquitectos estrella de nuestro tiempo necesitan retos, casi provocaciones para ponerse a trabajar. Y necesitan mucho dinero. Rodear el histórico palacio del jeque Abdulá bin Jassim Al Zani en la Bahía de Doha con una estructura orgánica parecía un reto a la altura de Jean Nouvel. En cuanto al dinero… ese no suele ser un problema en Qatar.
Poco después de ganar el Premio Pritzker, el más prestigioso de la arquitectura actual que han recibido otras estrellas como Gehry o Hadid, Jean Nouvel se embarcaba en un proyecto en el que competiría incluso consigo mismo: el arquitecto francés también se encargaba de diseñar en la vecina Abu Dhabi el revolucionario Louvre. Pero Nouvel ya sumaba suficiente experiencia en proyectos faraónicos que acaban por convertirse en iconos de las ciudades que los albergan.
En 2002 ya había diseñado en el impresionante Edificio Dentsu de Tokio con su forma de cuña. Poco después ejecutaría la Torre Agbar de Barcelona, todo un símbolo de la Ciudad Condal que fue clave para recibir el Pritzker poco tiempo después. En Madrid también se deja ver con el Hotel Puerta de América o la ampliación del Reina Sofía.
Sin duda, la experiencia en un espacio museístico de tanto prestigio como el museo madrileño sería una buena piedra de toque para sus siguientes proyectos en este ámbito. Porque el Museo Nacional de Qatar debía representar en su estética y estructura la esencia del pueblo qatarí. Así fue como Nouvel tuvo su primera visión: un museo subterráneo que representase las tradiciones de las tribus beduinas del desierto. Pero las autoridades qataríes rechazaron este primer proyecto: no podían convertir en icono turístico un museo ‘invisible’…
A pesar de este primer revés, Nouvel siguió mirando hacia el desierto en busca de inspiración y la encontró en la rosa del desierto, nombre popular con el que se conocen a las rocas formadas por la cristalización de arena y sal y los efectos del viento y la climatología que abundan en los desiertos del Golfo Pérsico.
Estas formaciones rocosas acompañaron durante siglos los viajes de las tribus nómadas que habitaban estos territorios ásperos e implacables. El estudio de Nouvel, con la aprobación (esta vez sí) de las autoridades qataríes, consideró que la rosa del desierto debía ser el leitmotiv de la estructura del edificio a la orilla del Golfo de Doha, el símbolo adecuado para acoger una exposición permanente que iba a abordar el pasado, el presente y el futuro del pueblo qatarí.
Un museo único entre el desierto y el mar
El proyecto ya tenía un eje temático, pero ahora quedaba lo más difícil: ¿cómo recrear en un edificio una formación rocosa tan insólita? Con 539 discos en color arena que conforman la piel y la estructura del Museo Nacional de Qatar otorgándole ese aspecto leve y delicado, como si fuera un gigantesco y abstracto origami que el viento del desierto puede derribar en cualquier momento. Pero no lo hará: son discos de armazón metálico con revestimiento de hormigón y capas de fibra de vidrio.
Del proyecto original de museo subterráneo todavía se mantuvieron algunos conceptos aplicados tanto a la estética como a los discos, algunos de los cuales parecen emerger del suelo. Efectivamente, la verticalidad no es el valor que quiere resaltar este museo. Al contrario, su deseo es fundirse con el entorno, con el desierto, pero también con el mar, el otro elemento clave en la historia del pueblo qatarí.
Y es que el primer ‘milagro’ económico del Golfo Pérsico no fue el petróleo ni el gas, fueron las perlas del mar que durante siglos conformaron una poderosa industria que alentó a las tribus nómadas a formar las primeras ciudades al borde del mar siendo este episodio uno de los más importantes de la exposición permanente del museo.
Al margen de la función puramente estética de los discos, estos elementos colocados tanto de forma vertical como horizontal tienen funciones portantes, así como climáticas, al proteger el interior de la luz y el calor generando en el exterior zonas de sombra. Además, estas estructuras curvas también intentar simbolizar un collar de perlas que se entrelazan orgánicamente alrededor del antiguo palacio histórico del jeque Abdulá bin Jassim Al Zani.
En el centro del complejo museístico también se reserva un espacio para el Howsh, el patio central en el que se realizan eventos al aire libre. Además, el museo está rodeado por jardines que también se inspiran en los paisajes qataríes de dunas, sabkhas y oasis.
Pero el edificio Nouvel no solo es una delicada perla arquitectónica, es ante todo un museo. ¿Y qué ofrece en su interior? 8.000 metros cuadrados de exposición permanente en 11 galerías que exaltan el pasado nacional que se inicia, según los responsables del museo, hace 20 millones de años tal y como parecen sugerir las excavaciones realizadas en la zona a finales de los años 50.
La exposición nos lleva después a la mencionada industria de las perlas que ofrece la primera época de esplendor del territorio. La siguiente la conocemos todos: el descubrimiento de grandes reservas de petróleo y gas que convirtieron a Qatar en lo que es hoy: uno de los países más ricos del mundo. Pero el museo también ofrece una perspectiva de futuro que pasa por una mayor apertura internacional a través de eventos culturales, artísticos y deportivos cómo será el (polémico) Mundial de Fútbol que se celebrará en Qatar en el invierno de 2022.
Dada la peculiar estructura arquitectónica del edificio, la casi ausencia de paredes verticales obligó a los responsables del museo a buscar un nuevo modo de exponer aprovechando al máximo las posibilidades de las nuevas tecnologías. Como sucedió con la polémica rampa expositiva del Guggenheim de Lloyd Wright, el Museo Nacional de Qatar apuesta por un circuito expositivo elíptico que impulsa al visitante a lo largo de sus serpenteantes salas, un recorrido onírico en el que casi se puede escuchar el rumor del viento del desierto.
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