Dos años después, el Museo Naval de Madrid ha abierto de nuevo sus puertas para deleite de todos los aficionados a la historia naval. Más de un millón y medio de inversión para tratar de modernizar parte de las instalaciones del museo, así como incorporar nuevos itinerarios temáticos que tienen por objetivo presentar una exposición más fresca y didáctica. Un museo del siglo XXI que aborda ochocientos años de historia naval española.
Novedades del Museo Naval de Madrid
A poco más de 100 metros de la Cibeles y en el mismo Paseo del Prado que alberga tótems de la cultura como el Museo del Prado o el Thyssen, se esconde el Museo Naval de Madrid que cuenta con una historia que supera ya los 200 años. Fue a finales del siglo XVIII cuando el rey Carlos IV autoriza la compra de diversos objetos para formar una colección que repasase la historia naval española.
Y es que España, al igual que otros países de su entorno, pronto comprendió que el dominio del mar podría suponer una ventaja decisiva sobre otras potencias rivales tanto a nivel comercial, como político o militar. El Museo Naval se consagra a repasar esta historia de barcos y navegantes, de aventuras y batallas, de triunfos y fracasos.
Más de la mitad del dinero invertido en la remodelación del museo se lo ha llevado la entrada: una puerta de acceso a las colecciones que imita las costillas de madera de un barco en construcción. Y es que un museo ya no es (solo) una acumulación de objetos, es también una institución que debe conectar con el visitante, que debe saber vender sus virtudes. Esta cálida y simbólica puerta de entrada es la mejor manera de preparar al visitante para la historia que está a punto de conocer.
Otra de las novedades más curiosas del nuevo Museo Naval de Madrid es la reducción de piezas expuestas que pasa de 3.500 a unas 3.000, otra señal más de la actualización de este espacio museístico. Hubo un tiempo en el que el concepto de museo de historia se asemejaba más a un anticuario, una acumulación de objetos que a menudo suponía para el visitante casi un galimatías indescifrable. Por no siempre la cantidad es sinónimo de calidad y el Museo Naval ha decidido limpiar un poco el recorrido expositivo para favorecer la narrativa, para que la comprensión de la historia naval española esté al alcance de todos los públicos.
Para reforzar este carácter pedagógico del museo se ha implementado un nuevo itinerario temático que se une a las unidades cronológicas y los espacios monográficos con los que ya contaba antes de su remodelación. Este nuevo itinerario temático ofrece siete posibilidades al visitante para mejorar la lectura de las colecciones: Ocho siglos de historia, Marinos ilustres, Construcción naval, Del arte de marear a la ciencia de navegar, Armamento naval, La evolución de la Armada e Intercambios culturales. Cada uno de ellos cuenta con un símbolo específico que facilita el seguimiento a lo largo de las diferentes estancias del museo.
Las joyas del Museo Naval de Madrid
Los viajeros tenemos debilidad por los mapas. Porque, a menudo, la mejor parte del viaje es el anhelo de descubrir, el instante en el que ponemos nuestro dedo en el mapa y sentimos el palpito del destino. Imaginemos lo que debían sentir aquellos navegantes pioneros que ponían rumbo a lo desconocido sin cartografía del destino. Uno de esos primeros mapas es la joya incuestionable del Museo Naval: el primer mapamundi que contiene una representación de América.
Con 183 cm. de ancho por 93 de alto contiene una inscripción que lo atribuye a Juan de la Cosa en el año 1500. De la Cosa estuvo con Colón en el primer y el segundo viaje al continente americano, compartiendo con Alonso de Ojeda la expedición por las costas sudamericanas. Estos viajes llevaron al navegante cántabro a firmar el mapamundi incluyendo las costas del ‘nuevo’ continente.
Pese a que algunos historiadores han puesto en duda que este mapa fuese realmente elaborado en 1500 —se dice que en esa fecha parte de la información cartografiada aún no ha sido descubierta— un análisis de expertos del Museo del Prado concluyó que los pigmentos del mapa eran compatibles con los que usaban en el 1500 no apreciando repintes posteriores. Perdido durante muchos años, reapareció en un anticuario de París en 1832 siendo reproducido por el famoso cartógrafo Alexander von Humboldt. Poco después salió a subasta y el Ministerio de la Marina lo adquirió para incorporarlo al Museo Naval.
Al margen de la joya de la corona del museo, el visitante puede disfrutar de otros objetos fascinantes como la colección de modelos de navíos que incluye un galeón flamenco de 1593, un modelo de barco de flores de finales del XVIII o el Real Borbón de principios del XIX. Detrás de esta última impresionante maqueta se encuentra, en realidad, la historia de una decepción ya que el Real Borbón nunca salió del astillero. El estado de la Armada española tras Trafalgar estaba bajo mínimos y no hubo fondos suficientes para construir este barco de guerra.
Pero no solo de batallas vivían las embarcaciones españolas. Otro de los objetos más preciados del Museo Naval ubicado en la sala de la Era de los descubrimientos junto al mapa de Juan de la Cosa es el compendio astronómico de Felipe II datado en 1596. Fue fabricado por un orfebre y cosmógrafo alemán incluyendo todo el saber astronómico de la época. Conocidas fueron las aficiones místicas de Felipe II que le llevaron también a investigar con deleite la astronomía. Objetos como este fueron más que comunes en la corte del hijo de Carlos I.
Finalmente, el Museo Naval de Madrid también ofrece curiosidades fruto de las actividades comerciales de los barcos españoles que durante décadas dominaron las principales rutas del Atlántico y el Pacífico, conocido este último de forma jocosa como el ‘lago español’ durante muchos años por el dominio de los barcos españolas: diversas piezas de porcelana china de los siglos XVI y XVII decoran una vitrina ofreciéndonos una última panorámica de ese sueño viajero que vuelve iluminar el Museo Naval de Madrid tras su reapertura.
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