El MoMA ha cambiado, pero sigue siendo el MoMA. O lo que es lo mismo: uno de los museos más inspiradores del mundo. Conscientes de que en una ciudad como Nueva York la competencia es dura si hablamos de arte contemporáneo, los responsables del Museum of Modern Art han ejecutado una renovación de sus instalaciones que incluye 4.000 metros cuadrados más de exposición. Han sido cuatro meses de obras y 450 millones de dólares invertidos para seguir siendo el museo de arte más vanguardista de la ciudad.
Si hay algo de lo que suelen adolecer muchos museos de arte contemporáneo es de desarrollarse de espaldas a la ciudad, generando una sensación de opacidad con respecto a los no iniciados, como si solo una élite tuviese la capacidad de disfrutar de las últimas tendencias del arte.
El MoMA quiere poner fin a esta (supuesta) soberbia del arte de vanguardia con una nueva entrada de doble altura que se abre a los viandantes de la calle 53. De hecho, el nuevo MoMA ha habilitado dos salas de exposiciones temporales que serán gratuitas: una forma de provocar la curiosidad del visitante.
Otro ambiente que se ha renovado es el de su famosa tienda. No nos vamos engañar: las tiendas de los museos de arte tienen cada vez más importancia porque son una fuente fija de ingresos: ¿quién no se ha llevado un par de láminas a casa todavía envuelto en la magia de una exposición? La tienda del MoMA mantiene el perfil de la entrada con su doble altura de forma que el lobby se conecta visualmente con la calle. Este concepto diáfano es una constante en el nuevo MoMA.
Los cambios continúan en el ala oeste, en las plantas 2, 4 y 5 donde el espacio crece en 1.000 metros cuadrados por piso: en total, 3.000 metros cuadrados más para exposiciones que incluye la nueva ala David Geffen. ¿Os suena? Si os gusta la música tal vez recordaréis que una discográfica llamada Geffen editó discos de bandas tan prestigiosas como Nirvana, Sonic Youth o Slayer y de músicos tan importantes como Bob Dylan o John Lennon. A David Geffen le encanta la música… y el arte.
En 2016 anunciaba la donación de 100 millones de dólares al MoMA para su proyecto de expansión. “Este es el tipo de regalos con los que solo sueñas”, dijo Glenn D. Lowry, director del museo a la hora de recibir el cheque. Y qué menos que denominar un ala del nuevo MoMA con el nombre del donante, ¿no?
Estas nuevas galerías del ala oeste están conectadas por una escalera que se ha convertido en uno de los elementos más fotografiados del nuevo Museum of Modern Art. Su estética aérea y diáfana casa a la perfección con el resto del museo.
Repensar la experiencia del arte de vanguardia
Esta ambiciosa expansión del MoMA ha sido también aprovechada para dar un giro radical al concepto museológico del espacio. El visitante está acostumbrado a hacer un recorrido cronológico y/o por movimientos artísticos: impresionistas, postimpresionistas, cubistas, etc. Este tipo de recorridos que, desde un punto de vista práctico pueden ser acertados, también abruman a algunos visitantes: o lo que es peor, aburren.
Es lo que puede pasar cuando ves diez cuadros seguidos de estética cubista: todos parecen iguales. ¿Y si, pare evitar esta sensación de falta de sorpresa, intercalamos obras de otros periodos pero que tengan alguna relación estética y/o técnica? El MoMA no es el primer museo de arte contemporáneo que experimenta con estas nuevas narrativas museológicas pero sí ha sido uno de los más radicales en su giro expositivo.
En la planta quinta del museo encontramos las obras más antiguas… pero un cartel avisa: “loosely chronological order”. El orden cronológico riguroso ha dejado su lugar a una transversalidad que busca generar una experiencia más singular y memorable. Ya hay quien se ha quejado de que Las Señoritas de Avignon —el legendario cuadro seminal de Picasso— no ocupa “el lugar que merece”.
El director del museo ya ha avisado de que el MoMA “no quiere ser un circuito cerrado que se dirige solo a personas que hablan el mismo idioma” y que las colecciones serán flexibles cambiando de posición y adaptándose a las exigencias de los visitantes. Y es que el MoMA nunca ha sido un libro abierto de historia del arte… y ahora lo es menos: el nuevo Museum of Modern Arte prefiere seguir experimentado. Y en toda experimentación siempre pueden existir errores…
Y es que el MOMA no ha sido el único museo de arte contemporáneo de Nueva York que ha cambiado en los últimos tiempos. El Whitney cambió de ubicación y reabrió en 2015 con idénticas intenciones: “Tenía que ser un espacio accesible, que no intimidara y no fuera pretencioso. Es un edificio que vuela (…) que da la bienvenida a la gente. No hay barreras entre la ciudad y el Whitney. Se entra en el mundo del arte y la libertad”, dijo Renzo Piano, su arquitecto responsable, en su inauguración. Nos suena, ¿no?
Diseñada por Diller Scofidio + Renfro en colaboración con Gensler, la ampliación del MoMA ha aprovechado las dos primeras plantas de la nueva y flamante torre de Jean Nouvel y el espacio dejado por el American Folk Art Museum, que los responsables del MoMA compraron —y demolieron— para ganar esos 4.000 metros cuadrados de nuevo espacio expositivo. El tiempo dirá si tanta inversión, despliegue y experimentos museológicos convencen a los visitantes.
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